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Los codependientes son “adictos afectivos, los cuales dependen de otros para vivir, buscan gratificación en los otros como los adictos a la droga”. Son individuos que sienten un gran temor al abandono, necesitan aferrarse a otros incluso cuando la compañía les cause dolor. Por otro lado, el compañero del codependiente, estimula y propicia las conductas adictivas porque las necesita para afirmarse a él mismo. Este tipo de conductas las ejecutan las personas incluso sin darse cuenta, pues han sido conductas adquiridas a lo largo de su vida. Pero llega el momento en que uno de los dos empieza a romper este patrón, inicia el alejamiento y produce la crisis, lo que los lleva a cuestionarse, buscar ayuda y descubrir los patrones adictivos.
Cuando elegimos a nuestra pareja debemos de estar consciente de que elegimos su historia de vida, elegimos sus huellas de la infancia, depende de uno mismo tomar la responsabilidad de acompañar de forma sana o insana a nuestro acompañante. Lograr entender y crecer como adultos logrando sanar nuestras carencias emocionales para tener una relación estable definitivamente es una responsabilidad individual.

 

Probablemente, es en las relaciones afectivas donde el perdón adquiere su dimensión mas compleja y emocional.

Cuando nos “daña” una acción que proviene de nuestra pareja, el acto adquiere un valor que nos puede colocar en un bloqueo, un círculo vicioso de negatividad, del que no es fácil salir, para disponernos al perdón.

En este proceso la gestión emocional es decisiva. La interpretación que hacemos de ese acto que nos duele y la forma en la que pensemos sobre ese acto, van a determinar lo que sintamos y cómo reaccionemos.

 

 

Te has preguntado si ¿todos tenemos una huella de la infancia que marco nuestra alma y que aún nos es dolorosa? Te puedo contestar que las heridas que se gestan desde los primeros años de vida hasta la adolescencia son las heridas primarias más dolorosas y esencialmente importantes que nos dejan marcados a lo largo de nuestra vida, porque produce mucha vergüenza, culpa, miedo y tristeza. Pero ¿cuáles son y cómo son?:

Cuando somos pequeños todo ser humano tiene la importancia base para formar una autoestima sana y esta se forja con la protección, seguridad, afecto, contacto físico positivo, cariño, ternura, compañía y amor. Algunas veces los propios padres no lo recibieron, por tal razón no podrán dárselo a los hijos. Cuando sus historias fueron difíciles y aprendieron el amor de forma insana optan por renunciar al amor o hacerlo diferente. Hacer diferente y aprender amar de forma bonita es una opción ciega para ellos y siguen enseñando el mismo camino doloroso, pero también hay quien en su valentía y en su despertar de conciencia logra hacerlo diferente aprendiendo amar y haciendo crecer el amor sano para que en sus futuras generaciones sigan educando de forma bonita y sana.

 

El perdón está muy conectado a la educación que hemos recibido. De pequeños nos enseñaban a pedir perdón y a perdonar. Son “habilidades” básicas que los padres y las madres consideraban imprescindibles.

Cuando hacíamos algo incorrecto teníamos que pedir perdón y de igual modo nos enseñaban que era “bueno” perdonar. Aprendíamos que pedir perdón era una expresión de arrepentimiento y una forma de reparar el error, el daño causado. Y que al perdonar demostrabas ser una “buena persona”, comprensiva y sensible.

 

Se puede mentir por el temor a las consecuencias de que algo se sepa: algo que se hizo, que no se hizo, que se oyó, que se vio, que se dijo o que no se supo. Se miente para culpar a otra persona, por no querer asumir responsabilidades para dañar a otro o para no enfrentarse a problemas propios o de allegados. Se miente para ocultar algo y para evitar la vergüenza que se siente por lo que se ha hecho y por sus consecuencias, ya sean éstas personales, legales o de otro tipo: libertad o prisión, separación matrimonial o de la persona amada, conflictos y distanciamiento familiar, pérdida del empleo. Más aún, si se descubre que se ha mentido puede haber consecuencias negativas y a veces peores que las acarreadas por el dato o el hecho que se intenta ocultar.